Parte 1: El cuello del pollo – Un favorito en los caldos, pero…
El cuello es uno de esos cortes que muchas abuelas usaban para darle sabor profundo a una buena sopa casera. Y es verdad: cuando se cuece durante horas, el resultado es un caldo concentrado y reconfortante. Sin embargo, detrás de ese sabor delicioso se esconde un riesgo que pocos consideran: el cuello del pollo está lleno de ganglios linfáticos, pequeñas estructuras encargadas de filtrar bacterias, toxinas y desechos del cuerpo del animal. Esto significa que, aunque lo cocines bien, podría seguir conteniendo residuos de infecciones, restos de medicamentos veterinarios o contaminantes ambientales que el pollo haya preparado o ingerido. ¿Se puede comer igual? Sí, pero con CUIDADO: Siempre retirar la piel.
Parte 2: La cola o pygostilo – Sabrosa pero contaminante
En algunas culturas es considerada una delicia por su sabor graso y su textura gelatinosa. Incluso en ciertos restaurantes se sirve frita como entrada. Pero lo que muchos no saben es que esta parte se encuentra justo en la base del aparato excretor del pollo. Sí, esa zona por donde el animal elimina sus desechos. El pygostilo, como se llama técnicamente, puede almacenar restos de materia fecal, toxinas y bacterias peligrosas, incluso tras la faena industrial. Además, es una fuente concentrada de grasa saturada, lo que contribuye al aumento del colesterol malo en la sangre si se consume con frecuencia. ¿Entonces es mejor evitarla? Sí. Aunque su sabor pueda tentar a muchos, no ofrece beneficios nutricionales significativos.
Parte 3: Mollejas – Delicia tradicional que hay que saber tratar
Las mollejas son muy populares, especialmente en parrilladas, guisos criollos y platos típicos de todo México. Su sabor intenso y su textura firme las hacen irresistibles para muchos. Pero, ¡ojo! La molleja no es un simple músculo. Es una parte del sistema digestivo del pollo. Más exactamente, un órgano que tritura el alimento con pequeñas piedritas o partículas duras que el ave ha ingerido. Esto quiere decir que, si no se limpian correctamente, pueden contener restos de alimento, tierra, bacterias y hasta fragmentos duros que dañan los dientes o el estómago.
Parte 4: Los pulmones del pollo – El gran desconocido que deberías desechar
Pocas personas hablan de esto, pero los pulmones del pollo siguen estando presentes en muchos pollos enteros que se venden en mercados o carnicerías. Aunque parezcan inofensivos, estos órganos cumplen una función crítica: filtrar el aire que el animal respira. Y en criaderos intensivos, ese aire suele estar cargado de amoniaco, polvo, bacterias y gases tóxicos. Por lo tanto, los pulmones acumulan todo eso. Y si los cocinas sin retirarlos, puedes estar consumiendo directamente impurezas invisibles pero perjudiciales para tu organismo.