¿Dulce o salado? El misterio de los antojos nocturnos y cómo controlarlos
Es típico, llega la noche, y de repente, esa vocecita interna nos susurra: “Ve por ese helado… o mejor, por esas papas fritas”. Son los antojos nocturnos, algo común en nuestros hogares, te decimos por qué suceden y cómo tratarlos.
¿A quién no le ha pasado? Llega la noche, la casa se silencia, y de repente, esa vocecita interna nos susurra: “Ve por ese helado… o mejor, por esas papas fritas”. Es la aparición estelar de los antojos nocturnos, un fenómeno tan común en nuestros hogares como la cena familiar.
Detrás de ese deseo irrefrenable, a menudo de algo dulce o muy calórico, hay una compleja interacción de factores que incluyen nuestra biología, nuestros hábitos y, sí, nuestras emociones.
Razones principales del antojo
Una de las principales razones detrás de estos antojos tiene que ver con la forma en que comimos durante el día. Si saltamos comidas, si la cena fue muy ligera o si nuestra dieta careció de un buen equilibrio de nutrientes —como proteínas, fibra y grasas saludables—, nuestro cuerpo lo interpreta como una señal de escasez. Cuando esto sucede, el cerebro, en su sabiduría primitiva, busca una fuente de energía rápida, y ¿qué es más rápido que el azúcar o los carbohidratos simples?
Además, el sueño juega un papel crucial. La falta de descanso adecuado (dormir menos de 7 a 9 horas) desequilibra nuestras hormonas del apetito. Aumenta la grelina, la hormona que nos dice que tenemos hambre, y disminuye la leptina, la que nos avisa que estamos satisfechos.
Pero quizás la causa más profunda y, a menudo, la más difícil de reconocer, es la conexión emocional. Después de un día agotador, lleno de estrés o ansiedad, la comida se convierte en un consuelo. Consumir alimentos ricos en azúcar o grasa activa el sistema de recompensa de nuestro cerebro, liberando dopamina y serotonina, neurotransmisores que nos brindan una sensación temporal de placer y bienestar.

Dormir las horas adecuadamente es un tip para evitar estos antojos. Foto: Unsplash.
Estrategias para reducir la tentación
La buena noticia es que, entendiendo la causa, podemos actuar. Se trata de adoptar un enfoque integral para toda la familia:
- Priorizar el equilibrio durante el día: Asegúrense de que cada comida —desayuno, almuerzo y cena— sea completa. Incluyan una buena porción de proteína (huevo, pollo, legumbres), carbohidratos complejos (avena, quinoa, arroz integral) y grasas saludables (aguacate, frutos secos, aceite de oliva). Comer cada 3 o 4 horas mantiene estables los niveles de azúcar en sangre, previniendo los desplomes nocturnos. Te recomendamos este video
- Dormir para prevenir: Establecer una rutina de sueño regular y procurar esas 7 a 9 horas de descanso es, quizá, la herramienta más poderosa. Un cuerpo bien descansado es un cuerpo con hormonas equilibradas que no busca compensar su fatiga con comida.
- Hidratación consciente: A menudo, confundimos la sed con el hambre. Antes de ir directo a la nevera, prueben a beber un vaso de agua o una infusión relajante (manzanilla, tilo). Esperen unos minutos y evalúen si el deseo persiste.
- Opciones inteligentes para el “Capricho”: Si el antojo es inevitable, tener opciones saludables a mano es vital. En lugar de procesados o frituras, opten por un yogur natural con frutos rojos, un puñado de nueces, o una pieza de fruta. Si el deseo es muy específico (por ejemplo, por el chocolate), permitirse una porción pequeña y controlada de algo que realmente disfruten de forma consciente puede evitar el ciclo de prohibición y atracón.

Recuerda que es mejor comer semillas o frita en esos antojos nocturnos. Foto: Mundo Vegano.
Los antojos nocturnos son una señal, un mensaje de nuestro cuerpo y nuestra mente que nos pide atención, ya sea nutricional o emocional. No luchemos contra ellos con culpa, sino con comprensión y hábitos saludables.




