¿Qué tan saludables son las calaveritas de chocolate de Día de Muertos?

Las calaveritas de chocolate son un ícono en la festividad del Día de Muertos, ¿pero qué tanto daño nos hacen y cómo comerlas de manera más saludable? Aquí te damos tips
El Día de Muertos es, sin duda, una de las celebraciones más entrañables y coloridas de nuestra cultura. Es un momento de profunda conexión familiar, un puente entre el recuerdo y la vida, donde el respeto y el cariño por quienes ya no están se materializan en la ofrenda. En este altar de bienvenida, cada elemento posee un significado especial, y entre el pan de muerto, las flores de cempasúchil y el copal, destacan por su dulzura y forma las icónicas calaveritas de chocolate o de azúcar.
Originalmente elaboradas con amaranto y, tras la Conquista, mayormente con azúcar, hoy en día encontramos una deliciosa variante: las calaveritas de chocolate. Su presencia es un dulce recordatorio de lo inevitable que es la muerte y, a la vez, una manera festiva y divertida de aceptarla, un legado que ha perdurado por siglos en la tradición mexicana. No obstante, al ser consumidas por los vivos una vez finalizada la festividad, surge una pregunta válida y responsable en el seno familiar: ¿qué tan dañinas son realmente para la salud?

¿Cuál es la manera más saludable de comer estas golosinas? Más adelante te lo decimos. Foto: Mi Mamá Cocina.
Qué tan dañinas son las calaveritas de chocolate
Desde un punto de vista nutricional, las calaveritas de chocolate, al igual que muchas golosinas que forman parte de nuestro patrimonio gastronómico, deben consumirse moderadamente. Su atractivo visual y sabor provienen, en gran medida, de su composición:
- Alto Contenido de Azúcar: Tanto la calaverita en sí, como la decoración de glaseado real o confitería de colores que la adorna, se basan en azúcares refinados. El consumo excesivo de azúcar se asocia con riesgos de sobrepeso, obesidad y el desarrollo de enfermedades metabólicas como la diabetes, un tema que merece especial atención en el cuidado de nuestros hijos y adultos mayores. Te recomendamos este video
- Chocolate Sucedáneo o con Leche: Es común que, por costos o facilidad de manejo, se empleen sucedáneos de chocolate o chocolate con alto porcentaje de azúcar y grasas añadidas, en lugar de chocolate amargo puro. Estas opciones suelen ofrecer pocos beneficios del cacao (antioxidantes) y elevan la ingesta calórica sin un aporte nutricional significativo.
- Colorantes y Aditivos: Los vibrantes colores que hacen tan hermosas estas figuras suelen ser el resultado de colorantes artificiales. Si bien la mayoría están regulados, las familias con niños pequeños o integrantes con sensibilidad a ciertos aditivos deben tener cautela.
El equilibrio está en la moderación
No se trata de erradicar esta dulce tradición de nuestros altares, sino de abordarla con conciencia y moderación. Las calaveritas son, ante todo, un símbolo cultural. La clave está en la forma y cantidad en que las integramos a nuestra dieta.
Para mantener viva la tradición sin comprometer la salud familiar, podemos considerar algunas alternativas:
- Elegir Calidad: Priorizar calaveritas hechas con chocolate negro (o amargo) con un alto porcentaje de cacao (70% o más). Este contiene antioxidantes que ofrecen beneficios a la salud cardiovascular, y su sabor intenso reduce la necesidad de un dulzor excesivo.
- Limitar la Porción: Si la calaverita se consume, debe ser un gusto esporádico. Una pequeña porción al final de las celebraciones no afectará el balance de una dieta generalmente saludable.
- Buscar Opciones Artesanales o Integrales: Hoy en día, muchos artesanos ofrecen versiones elaboradas con ingredientes naturales, utilizando amaranto, piloncillo, miel de agave, o decoraciones hechas a base de productos menos procesados.

Recuerda que lo más importante es comer las calaveritas con moderación. Foto: Saborearte.
Las calaveritas de chocolate son un tesoro de nuestra identidad que, como todo dulce, invitan a la prudencia. Honrar a nuestros difuntos a través de ellas es un acto de amor y tradición; disfrutarlas con moderación es un acto de amor propio y familiar.